Para Masticar, no hay mejor
que esta feria
Del jueves 3 al domingo 6 de octubre, en el barrio de
Palermo “Hollywood”, tuvo lugar la feria Masticar, tal vez el acontecimiento
más esperado por los amantes de la cocina gourmet. Este evento es organizado
por A.C.E.L.G.A, agrupación de cocineros y empresarios gastronómicos
argentinos. La idea es ubicar, en un extenso predio, diversos stands de
productos gourmet y de renombrados restaurantes argentinos, acercándoselos a
todo el público, que acude con una voraz curiosidad gastronómica.
Esta feria tiene la “particularidad” de estar bien
organizada, que no es un dato menor. Teniendo en cuenta que pude visitarla el
sábado a las 14hs, con una fila que daba la vuelta al predio, el ingreso de
gente era constante, pero fluido. Los angurrientos clientes que se agolpaban en
cada stand, eran rápidamente despachados, debido a la gran cantidad de personal
que trabajaba en cada uno. Dentro de la feria se emplearon unos tickets con
valor monetario (para evitar oportunistas indeseados), que se cambiaban en el
ingreso y, necesariamente, se seguirían cambiando durante el raid alimenticio.
En lo estríctamente gastronómico, en esta feria me sentía
como mi viejo encerrado un día en una ferretería; ojos bien grandes, ganas de curiosear
cada tramo y probar todo. Así fue como aparecí mágicamente en el stand de 878 y
me hice con un negroní añejo, que sirven desde unos mini barrilitos. Ya tenía
la bebida, ahora a hincarle el diente a un sanguche en Elena: pan de leche, ojo
de bife Dry Aged, fondue de queso Lincoln y ketchup. Resutado: sonrisa
guasonesca y excitación, eso. Me convidaron también un poco de Goulasch con
späztle, del puesto de Austria; imprescindible.
Dentro del predio la feria ofreció un sector al aire
libre, excelente marco para sentarse al sol a devorarse el célebre huevo
apanado de Paraje Arévalo, acompañado de verdes y una salsita con un toque
dulce. Lo particular de este plato es perforar la capa de pan rallado, para ver
salir la yema, efecto que genera la mejore de las sensaciones. El exterior
albergó además otras opciones, como Cusina Paradiso; con pizzas napolitanas,
tiramisú y un Donato de Santis muy arengador (megáfono en mano), junto a su
familia. Afuera también se encontraba el stand de GAJO (asociación de cocineros,
con Soledad Nardelli, entre otros), donde me despaché con un garrón de cordero
que se desmenuzaba solo, junto a un puré de zapallo casi espumoso.
Mención
merece el stand de "Rolling Chicken"; sus sanguches de pollo de campo
al espiedo, Pablo Massey saltando y el "zorrito" Von Quintiero con su
alegre aporte musical, convirtieron el sector en un festival.
Continué
mi recorrido acompañado de otro Negroni del 8 (para amenizar lo amenizado) y un
Julep con naranja del stand de Inés de los Santos. Con estos tragos me le animé
a las ostras con tabasco y cítrico que ostentaba Crizia; ese sublime e inefable
contraste de ostras sobre un plato de telgopor. Solo acá.
Al
finalizar la tarde, me retiré extenuado por la procesión gourmet. Con la
sensación de que un día solo no alcanza. Y es verdad, no es suficiente. Pero lleno.
Más que lleno; pleno.
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