Cuando criticar es perjudicar
Es muy sencillo dar una opinión subjetiva de lo que nos
acabamos de servir en la copa; que si tiene mucha madera, si es caro o tiene
buena relación precio-calidad o si simplemente nos gusta. Del veredicto
individual no podemos escapar y es lógico que así sea. Todos nosotros, quienes
simplemente gustamos del vino, somos libres de dar nuestro parecer. El tema es
la difusión que generamos los que trabajamos con el vino, y no hablo de los
albañiles que arman un tinglado luego de haberse bajado cinco tetra de tinto (eso si que es trabajar "con el vino"). Sommeliers, aficionados, apasionados, periodistas y todos los que
aportamos en el mundillo vino debemos aprender a manejar ese suntuoso superpoder
llamado “objetividad”.
Citando tan solo un caso, he llegado a saber cómo un famoso
sommelier/periodista arrojaba misiles tierra-aire a todos los vinos argentinos
que se vinculaban con la firma Michel Rolland, solo por una cuestión de
intereses personales. Es éste un claro ejemplo de la forma en que alguien de
“reconocida reputación” puede influir negativamente en sus lectores o
seguidores, al punto de tal vez desalentar al curioso a hacerse de las
etiquetas reprobadas por dicho “gurú”.
Hay que tener en cuenta que al descorchar, el contenido no es
solo vino, esa botella también alberga las dificultades económicas, climáticas
y de otras índoles que atraviesan las bodegas para envasar el producto de esas
uvas, que con esfuerzo han cuidado todo el año. Aún más con las bodegas boutiques
(o de baja producción) que bregan por hacerse un lugar en un mercado atomizado.
Claro que uno puede dirigirse poco favorablemente a una
etiqueta. Sin ser hipócrita algunas veces yo lo hecho, pero con gente del
rubro, procurando alejarme del entorno donde las repercusiones lastimen. Estoy
seguro que el mal manejo de los comentarios negativos impactan en las
decisiones de consumidores que tal vez ni conocen la bodega en cuestión. Y
convengamos que todos queremos al vino, siendo muchos los que trabajamos para
darle valor a este producto.
Sin pretender sermonear (más bien concientizar), en la forma
que yo lo veo, pienso que por más que no nos guste un determinado vino o bodega
o tuviésemos alguna diferencia con quienes lo elaboran, sugiero que dejemos los
juicios rigurosos e inclementes para círculos donde las críticas sean
constructivas y evitemos caer en el error de desacreditar una etiqueta por
meras razones subjetivas. Por el poder que nos confieren, la patria y el vino
nos lo demanden.
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