viernes, 1 de noviembre de 2013

Cuando criticar es perjudicar

Varias veces dejé este texto colgado, pensando cómo encarar el tema, pero sentía que alguna vez debía proponerlo. El criticar (incluyendo la acepción positiva) vinos es un materia que tiene muchas aristas y una de ellas es el impacto negativo en la comunicación.
Es muy sencillo dar una opinión subjetiva de lo que nos acabamos de servir en la copa; que si tiene mucha madera, si es caro o tiene buena relación precio-calidad o si simplemente nos gusta. Del veredicto individual no podemos escapar y es lógico que así sea. Todos nosotros, quienes simplemente gustamos del vino, somos libres de dar nuestro parecer. El tema es la difusión que generamos los que trabajamos con el vino, y no hablo de los albañiles que arman un tinglado luego de haberse bajado cinco tetra de tinto (eso si que es trabajar "con el vino"). Sommeliers, aficionados, apasionados, periodistas y todos los que aportamos en el mundillo vino debemos aprender a manejar ese suntuoso superpoder llamado “objetividad”.
Citando tan solo un caso, he llegado a saber cómo un famoso sommelier/periodista arrojaba misiles tierra-aire a todos los vinos argentinos que se vinculaban con la firma Michel Rolland, solo por una cuestión de intereses personales. Es éste un claro ejemplo de la forma en que alguien de “reconocida reputación” puede influir negativamente en sus lectores o seguidores, al punto de tal vez desalentar al curioso a hacerse de las etiquetas reprobadas por dicho “gurú”.
Hay que tener en cuenta que al descorchar, el contenido no es solo vino, esa botella también alberga las dificultades económicas, climáticas y de otras índoles que atraviesan las bodegas para envasar el producto de esas uvas, que con esfuerzo han cuidado todo el año. Aún más con las bodegas boutiques (o de baja producción) que bregan por hacerse un lugar en un mercado atomizado.
Claro que uno puede dirigirse poco favorablemente a una etiqueta. Sin ser hipócrita algunas veces yo lo hecho, pero con gente del rubro, procurando alejarme del entorno donde las repercusiones lastimen. Estoy seguro que el mal manejo de los comentarios negativos impactan en las decisiones de consumidores que tal vez ni conocen la bodega en cuestión. Y convengamos que todos queremos al vino, siendo muchos los que trabajamos para darle valor a este producto.
Sin pretender sermonear (más bien concientizar), en la forma que yo lo veo, pienso que por más que no nos guste un determinado vino o bodega o tuviésemos alguna diferencia con quienes lo elaboran, sugiero que dejemos los juicios rigurosos e inclementes para círculos donde las críticas sean constructivas y evitemos caer en el error de desacreditar una etiqueta por meras razones subjetivas. Por el poder que nos confieren, la patria y el vino nos lo demanden.



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